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GUAYACANES, DE CUBA

Agricultura suburbana: ventaja neta

Por Lucilo Tejera Díaz

 

   Cuuando el periodista le preguntó al campesino Nicomedes Pérez Rey qué ventaja le concedía a la agricultura suburbana en fomento en los alrededores de la ciudad de Camagüey, contestó sin pensarlo mucho: “Más comida, y más barata para el pueblo.”

   Entre los más esforzados seguidores del nuevo proyecto, Pérez Rey considera además que, según los propósitos, se resuelve el problema sin solución hasta ahora: las producciones, muchas o pocas, van para el mercado casi directamente y no se deterioran o merman su calidad porque la empresa de Acopio no las recogió o demoró en hacerlo finca a finca.

   En esencia estos son los principales beneficios de la agricultura suburbana, que Camagüey comenzó a desarrollar en abril de 2009 como programa piloto para su extensión hacia otras ciudades de Cuba, y su concepción es que la producción se genere cerca de quienes la consumirán.

   Su núcleo consiste en la pequeña finca agropecuaria que coexiste con otras formas de producción, como la cooperativa y la granja estatal. Ahora estas fincas están extendidas en un radio de 10 kilómetros desde la periferia de Camagüey, y con peso importante entre los usufructuarios de terrenos del Estado.

   Otra característica consiste en que los agrarios llevarán por sus medios las cosechas a puntos de compra, donde se les paga al instante, y que distan no más de cuatro o cinco kilómetros del área en explotación, y de allí serán recogidas y trasladadas a su destino, o sea, el mercado estatal u otra institución para el consumo social.

   La agricultura suburbana posee otras singularidades como su sostenibilidad, el empleo de la tracción animal en la preparación de las siembras, el cultivo y la recolección, además del uso intenso de abonos orgánicos y prácticas agrícolas que cuiden y preserven el suelo.

   Todo esto traerá aparejado reducción de costos, y también de precios a la población.

   La vida ha demostrado, en la mayoría de los casos, que el abastecimiento de alimentos del agro a las ciudades no puede sostenerse en las grandes empresas, las cuales gastan excesos de combustible, pesticidas, fertilizantes industriales y maquinarias, mientras la productividad es baja y por tanto igual los resultados.

   El concepto que se aplica lo definió el Presidente cubano Raúl Castro en diciembre del pasado año en una sesión del Parlamento: “Se impone liberar en esta esfera, como en todas las demás, a las fuerzas productivas de restricciones para su desarrollo.”

 

   A unos meses de la puesta en marcha de esta modalidad de producción agropecuaria en Camagüey ya existen algunos resultados, pero lo más importante está en que se avanza con criterio de no retroceder, de aplicar correctamente las tecnologías, de cumplir lo pactado y de no dejar perder nunca más terrenos en malezas.

   Además de Camagüey, otras 17 ciudades fomentan la agricultura urbana, entre ellas Guantánamo, Bayamo, Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas y Ciego de Ávila, y 14 más deben iniciarla, si el Ministerio de la Agricultura aprueba sus respectivos proyectos. El caso es que este movimiento apunta a un verdadero desate de las fuerzas productivas, y se vislumbra con muy buenas perspectivas por su concepción.

   En realidad puede dar al traste con un agobiante problema: abastecer a la población de las ciudades de manera estable y rápida de alimentos agrícolas.

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