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GUAYACANES, DE CUBA

Terrorismo, desde la cuna

Terrorismo, desde la cuna

 Néstor Núñez Servicio (Agencia Cubana de Noticias)

La definición es conocida. Terrorismo implica intentar imponerse a los demás mediante la violencia desmedida. En pocas palabras, comporta una actitud criminal y genocida. El terrorismo no es para nada exclusividad de una persona o grupo determinado de mentes asesinas.

De hecho, puede constituirse en política de Estado, en arma de sus clases más reaccionarias para prevalecer dentro y fuera de sus fronteras.

Desde luego, en nuestros días, de universo mediático sin precedentes, el término no ha estado exento de usos indebidos y de la más total manipulación, de manera que gobiernos apegados al terror se pintan de “nobles combatientes por la vida”.

Bajo ese disfraz lanzan sobre quienes se le oponen el burdo epíteto de terrorista para justificar invasiones militares, acciones agresivas y toda suerte de patrañas, no importan los costos humanos o materiales.

Así, por ejemplo, Washington se permite el burdo insulto de colocar a Cuba de forma permanente en la unilateral lista de presuntos estados ligados a la práctica del terrorismo, cuando la Isla ha sido en realidad de las principales víctimas mundiales de esa brutal práctica, precisamente alentada, apoyada y pagada por los sectores reaccionarios norteamericanos.

¿Es que podría negar acaso el imperio gringo que el criminal Luís Posada Carriles, a quien ahora solo se juzga por mentiroso, fue entrenado por los Estados Unidos en las mil formas de matar?

Incluso, públicamente se jacta de haber servido fielmente a sus amos norteños en las filas de sus propios organismos de inteligencia y subversión

¿Dónde si no, en territorio norteamericano, ha encontrado feliz residencia otro monstruo, Orlando Bosch, coautor con Posada de la voladura del avión cubano hace casi tres décadas y media frente a las costas de Barbados, así como de otras muchas tropelías de igual corte? ¿Donde, si no en suelo estadounidense, radican los grupos mercenarios que llevan cinco décadas fraguando y ejecutando acciones vandálicas contra nuestro país? ¿Dónde, si no en los Estados Unidos, se condenó con extrema crueldad a cinco patriotas cubanos dedicados a luchar con honor y honestidad contra esa gavilla de verdaderos y alevosos terroristas?

Y no podía ser de otra forma, porque el terror es consustancial a toda potencia imperial cuya única finalidad es su dominio absoluto a toda costa y costo.

A viva fuerza y brutalidad se construyó la sociedad imperialista norteamericana haciendo “honor” al jefe militar prusiano Otto Bismarck, quien proclamó sin rubores que “la democracia hay que imponerla por la fuerza”, y que un Estado ajeno al uso de la violencia no avanzará jamás lo suficiente.

Que se le pregunte a los supremacistas blancos, a las organizaciones neonazis, a los integrantes del Ku Klux Klan, a los organizadores del Tea Party y a la familia Bush, si lo mejor en materia de ejercer el poder no es barrer sin contemplaciones a quienes se opongan o intenten la más mínima resistencia.

El mundo no debería pasar por alto jamás aquel prepotente desafío de George W. a raíz de los atentados contra las Torres Gemelas, cuando como cowboy en taberna proclamó “conmigo o contra mi” , y amenazó con atacar a no menos de 60 “oscuros rincones del planeta” bajo la jerigonza de enfrentar al terrorismo.

Dos guerras de conquista aún inconclusas, secuestros, prisiones secretas y torturas al por mayor, son solo parte del más reciente expediente de bandidaje global desatado por el presidente “antiterrorista”.

Mandatario que se supo rodear de mafiosos miamenses, agentes subversivos al estilo de Otto Reich, y belicosos de alto rango como su segundo en la Oficina Oval, Dick Cheney, entre otros malandrines.

Luego, escuche usted cómo hablan de los demás. Como bien dice el añejo refrán, el papel, el éter y ahora Internet, recogen todo lo que le tiren.

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