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GUAYACANES, DE CUBA

VIAJE A LA SEMILLA


Oreidis Pimentel Pérez. Foto: Otilio Rivero Delgado (Tomado del periodico Adelante)

Cultivos típicos como la yuca corren un grave peligro por la pérdida de las variedades

Camagüey, -¿Qué hay realmente tras el llamamiento a una agricultura agroecológica? ¿Somos tan apocalípticos e incrédulos como para renunciar a los nuevos avances de la biotecnología?

Por más que se hable de biocombustibles y del encarecimiento de los productos básicos en la alimentación mundial, la idea de que los métodos tradicionales aseguran la independencia económica de pequeñas naciones no termina de encontrar oídos receptivos, incluso en Cuba, donde la situación de los cultivos incita a opiniones desacertadas.

“¿Todavía seguimos con el cuento de disminuir los fertilizantes y utilizar la tradición campesina? ¡Así no tendremos nunca comida! ¡Estamos en el siglo XXI!” ¿Acaso usted no conoce a este “científico de esquina”?

Pues nuestro problema agrícola va más allá de los fertilizantes, porque en época de bonanza saturábamos los campos de papa con un manto blanco de químicos y ni así fuimos eficientes. A eso le sumamos que en nuestro archipiélago el 76% del suelo es poco productivo, el 31% tiene poca materia orgánica, otro por ciento presenta salinidad, existe una diferencia cada vez menor entre la temperatura del día y la noche y, lo peor: ¡somos en extremo indisciplinados y no aprovechamos nuestros resultados científicos!

Poseemos el mayor banco de germoplasma de América Latina, el INIVIT (Instituto de Investigaciones en Viandas Tropicales) y sin embargo las semillas que utilizamos o son pésimas porque no apelamos a esta entidad, o no responden a los clones recomendados para cada tipo de suelo o estación del año.

Simplemente si empleamos mejores semillas y más disciplina técnica —lo más difícil por cierto— tendremos mejores dividendos aun en las condiciones actuales.

LOS GRANOS DE LA CODICIA

Por el libre comercio que propugna el sistema global aumentó el precio de las semillas a sumas exorbitantes, si el etanol destapó la especulación ya desde antes las transnacionales pretendían dictar qué sembrar, cómo comerlo y dónde comprarlo.

En resumen, sus productos requieren de pesticidas y fertilizantes de las mismas empresas y como material genético manipulable las semillas no se reproducen luego de las cosechas: un círculo de ultra dependencia que obliga a comprar semillas para cada cosecha con su correspondiente cuota de químicos.

En 1970 el Tercer Mundo representaba el 70% del comercio de semillas, pero en 1990 disminuyó al 25% y en el 2020 apenas tendremos el 5%, o sea, cada vez hay que apostar más por el autoabastecimiento: no hay alternativa, o se produce o no se come.

Diez empresas controlan el 67% de las semillas, entre los más importantes monopolios está Monsanto (envuelta en escándalos de contaminación), Bayer (no solo farmacéutica), Dupont (no solo dedicada a las pinturas) y Singenta. La mayoría de las semilleras son propiedad de los fabricantes de los agrotóxicos y son las que controlan el 89% del mercado total; ya se les llama oligopolios.

Resulta un problema estratégico. En 1960 la totalidad de las semillas estaba en manos de agricultores o en instituciones estatales, hoy el 82% del mercado de la semilla y del comercio están bajo propiedad intelectual.

Las diez procesadoras de alimentos más grandes del mundo: Nestlé, Pepsilo, Kart Food, Coca Cola y Cargill, entre otras, controlan el 26% de los procesadores de alimentos. Unas 100 cadenas de venta directa de alimentos controlan el 40% del mercado global. La cadena de supermercados Wallmart podría clasificar como la economía número 26 del mundo, es equivalente al PIB de Dinamarca, Portugal o Venezuela.

Otro aspecto de la gran rueda dentada de este negocio resulta el aumento del consumo industrial de fertilizantes en un 31% de 1996 al 2008; además, sus precios se multiplicaron al ¡650%! Mossai, tercera en fertilizantes a nivel mundial multiplicó por 1 000 sus ganancias. Ellos exportan al Tercer Mundo todas las tecnologías insostenibles y contaminantes.

Por otro lado, la desenfrenada carrera del biocombustible nos muestra cómo Japón superó a China en el cultivo de yuca y apuntamos que en el 2008 China produjo un millón de litros de etanol sobre la base de este cultivo.

Se pueden producir 280 litros de etanol puro en un 96% con una tonelada de yuca, si esta variedad tiene un 305 de almidón. ¿Qué le queda a África que depende en un 70% de las calorías de la yuca? Quien domine la comida domina la política y si los africanos tienen que continuar con la compra de semillas de tubérculos a Estados Unidos seguirán sometidos.

Miren si es lucrativo el negocio que hasta Bill Gates financió una investigación en la Universidad de Ohio para obtener un clon de yuca con 30 veces más vitaminas y minerales que la convencional. En Alabama tienen clones de camote (boniato) que en la producción de hidratos de carbono puede dar más etanol que la de maíz.

Lo ahorrativo para ellos es que los tubérculos requieren menos fertilizantes y estamos hablando de cultivos autóctonos de las regiones más pobres; por suerte 1 200 millones de campesinos siguen cosechando sus propias semillas.

LOS SILOS DE CUBA

Lo anterior refuerza la tesis de que en Cuba nuestras cooperativas y campesinos deben retomar la construcción de casas de almacenamiento de semillas, pero con la advertencia de que el asesoramiento técnico debe llegar más al campo.

El agua sola no hace que los cultivos alcancen rendimientos, hace falta semilla y tratamiento, lo lastimoso es que nuestro riego no resulta homogéneo y si existe el potencial científico para cosechar todo el año casi nunca se aprovecha.

Por ejemplo, no contamos con una estrategia para sequía o ciclón, pues con las miles de variedades de viandas que posee el INIVIT tendríamos para cosechar todo el año sea cual fuere la condición climática. Ese centro investigativo posee clones específicos que permitirían rotar la yuca los 12 meses, algo impensable ahora de acuerdo con nuestras costumbres de reciclar el mismo clon de cultivo año tras año en la misma época.

Si se cosecha el boniato por cuatro meses se evita el Tetuán, mas se pierden miles de quintales por la brevedad. ¡Pero si Cuba tiene germoplasma suficiente para todos los meses e incluso con resistencia a las plagas! El ñame dura seis meses sin echarse a perder y se apura su consumo, el 30% de la cosecha de tubérculos se queda en el campo por falta de implementos adecuados... solo algunas muestras de que no hay cultura agrícola.

Otro tema sería que fuera muy caro para los campesinos y empresas comprar las semillas, pero repito: tenemos la voluntad política, los conocimientos técnicos, el potencial científico y un banco de germoplasma como no hay otro en el mundo subdesarrollado. ¿Dónde está el problema? Saque usted sus conclusiones.

Dentro de la brecha tecnológica nos toca viajar a la semilla, la agricultura es un sector donde las inversiones son riesgosas, así que es un crimen no aprovechar nuestras ventajas.

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